lunes, 30 de junio de 2014

Ana María Matute: “El que no inventa, no vive”

San Juan dijo: ‘El que no ama está muerto’ y yo me atrevo a decir: “El que no inventa, no vive”. Estas fueron las palabras con las que Ana María Matute comenzó su discurso de aceptación del Premio Cervantes 2010. Muchas fueron las frases con las que nos obsequió a lo largo de su vida, testimonios de su personalidad, y posteriormente refrendada en su obra.
Siempre he creído, y sigo creyendo, que la imaginación y la fantasía son muy importantes puesto
que forman parte indisoluble de la realidad de nuestra vida
”.
Tras su fallecimiento, ampliamente se ha hablado de Ana María Matute. Para muchos sectores una de las voces más personales de la literatura del siglo XX y una de las mejores novelistas de la postguerra española. De su trayectoria, ampliamente reconocida, podemos indicar que fue miembro de la Real Academia Española, donde ocupaba el asiento “K” y  que cuenta con galardones de la talla del Premio Cervantes y del Nacional de Las Letras, así como del Planeta y del Nadal, entre otros. Si olvidar que estuvo nominada para el premio Nobel.
Traducida a más de 23 idiomas, Ana María Matute fue una de las escritoras en español más internacional y resultó ser una conferenciante habitual en universidades e instituciones educativas tanto en Europa como en América. Prueba de ello es la existencia en la biblioteca de la universidad de Boston de un fondo llamado “Ana María Matute Collection”.
Ahora bien, más allá de todo este prolijo reconocimiento, fruto de su labor durante toda su vida, Ana María Matute fue una mujer moderna, rebelde y como ella se definía un “poco rara”. Una persona consciente de la realidad que le toco vivir y que le marcó su vida y su obra. En esta última, desarrollo un estilo muy personal, donde la imaginación y la creatividad fueron sus señas de identidad. Considerada por la crítica como “prosista de una gran capacidad de fabulación” y una experta en narrativa infantil, Matute creó un mundo narrativo propio, lleno de unicornios, duendes, cuartos cerrados o paraísos inhabitados, donde trataba temas como la infancia, la injusticia social, los marginados, la guerra o la posguerra. Retrato de una sociedad en la que vivió, dominada por el materialismo y el interés propio.
Para entender a Ana María Matute, lo más fácil es poner en sintonía su personalidad y su tiempo. Un tiempo duro y desigual e inquisitivo con las mujeres, especialmente con las que tenían un pensamiento propio. La personalidad de Ana María estuvo marcada por la perseverancia, el trabajo, el talento y una fantasía que culminaría en su obra y la salvaría de su propia vida.
Frágil pero curtida de una vida complicada no descansó jamás su imaginación. Su actividad no cesaría jamás, ni siquiera entre entradas y salidas de los hospitales. Fue su afán por escribir lo que logró que hasta el 2013 con El Aprendiz (reedición de sus cuentos) siguiera publicando.
En definitiva, Ana María Matute es un ejemplo de emprendedora que tuvo que superar infinidad de problemas  y que nos ha legado un trabajo maravilloso. Como dijo Luís Mateo Díez una “pionera de la modernidad” que creó un “mundo de fantasía muy particular” en sus cuentos.
El mundo hay que fabricárselo uno mismo, hay que crear peldaños que te suban, que te saquen del pozo. Hay que inventar la vida porque acaba siendo verdad (Ana María Matute).






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