domingo, 10 de junio de 2018

¿QUÉ ES MÁS SANO?



Mc 3, 20-35
La cultura moderna exalta el valor de la salud física y mental, y dedica toda clase de esfuerzos para prevenir y combatir las enfermedades. Pero, al mismo tiempo, estamos construyendo entre todos una sociedad donde no es fácil vivir de modo sano.
Nunca ha estado la vida tan amenazada por el desequilibrio ecológico, la contaminación, el estrés o la depresión. Por otra parte, venimos fomentando un estilo de vida donde la falta de sentido, la carencia de valores, un cierto tipo de consumismo, la trivialización del sexo, la incomunicación y tantas otras frustraciones impiden a las personas crecer de manera sana.
Ya S. Freud, en su obra El malestar en la cultura, consideró la posibilidad de que una sociedad esté enferma en su conjunto y pueda padecer neurosis colectivas de las que tal vez pocos individuos sean conscientes. Puede incluso suceder que dentro de una sociedad enferma se considere precisamente enfermos a aquellos que están más sanos.
Algo de esto sucede con Jesús, de quien sus familiares piensan que «no está en sus cabales», mientras los letrados venidos de Jerusalén consideran que «tiene dentro a Belzebú».
En cualquier caso, hemos de afirmar que una sociedad es sana en la medida en que favorece el desarrollo sano de las personas. Cuando, por el contrario, las conduce a su vaciamiento interior, la fragmentación, la cosificación o disolución como seres humanos, hemos de decir que esa sociedad es, al menos en parte, patógena.
Por eso hemos de ser lo suficientemente lúcidos como para preguntarnos si no estamos cayendo en neurosis colectivas y conductas poco sanas sin apenas ser conscientes de ello.
¿Qué es más sano, dejarnos arrastrar por una vida de confort, comodidad y exceso que aletarga el espíritu y disminuye la creatividad de las personas o vivir de modo sobrio y moderado, sin caer en «la patología de la abundancia»?
¿Qué es más sano, seguir funcionando como «objetos» que giran por la vida sin sentido, reduciéndola a un «sistema de deseos y satisfacciones», o construir la existencia día a día dándole un sentido último desde la fe? No olvidemos que Carl G. Jung se atrevió a considerar la neurosis como «el sufrimiento del alma que no ha encontrado su sentido».
¿Qué es más sano, llenar la vida de cosas, productos de moda, vestidos, bebidas, revistas y televisión o cuidar las necesidades más hondas y entrañables del ser humano en la relación de la pareja, en el hogar y en la convivencia social?
¿Qué es más sano, reprimir la dimensión religiosa vaciando de trascendencia nuestra vida o vivir desde una actitud de confianza en ese Dios «amigo de la vida» que solo quiere y busca la plenitud del ser humano?

José Antonio Pagola
FUENTE:  Pagola, A. (10 de junio de 2018). ¿Qué es más sano?. Fe adulta. Recuperado de http://www.feadulta.com/es/buscadoravanzado/item/9780-que-es-mas-sano.html

Un comentario al evangelio de Marcos, en "Fe Adulta"

comentario editorial

Creo que no hay nada más artístico que amar verdaderamente a la gente (Película Loving Vincent) 
10 de junio. Domingo X del TO
Mc 3, 20-35
El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre
Hoy la ciencia justifica este amor, no sólo desde el Evangelio, sino también desde el punto de vista de los investigadores de la Genética. Todos los seres vivos tenemos el mismo ancestro común. Y esto se hace patente cuando se compara a los humanos en el árbol evolutivo de la vida con nuestros parientes más cercanos: los chimpancés. La secuencia del genoma de éste y de aquellos revela que ambos son un 96% idénticos a nivel de ADN.
No estaría demás que se informara a los cristianos lo estrechamente relacionados que están todos los seres vivos, incluyéndonos a nosotros“El alma sin ciencia no es buena”, se dice en Proverbios 19, 2.
La directora de cine y guionista polaca Dorota Kobiela, diseña su película con sumo respeto a la obra del artista Vincent van Gogh (1853-1890. Se estrenó en España a finales de enero de 1918. Lleva por título Loving Vincent, y mantiene un brillante lenguaje cinematográfico. Allí están con gran fuerza los trazos arremolinados que hacen vibrar el fondo de sus cuadros: esos cielos en pleno arrebato meteorológico, las luces que tintinean en las pinturas nocturnas, las ondas expansivas de los paisajes. Todo ello con una inteligente diana: dar vida a los cuadros del artista y recorrer parte de su trágica y misteriosa vida a través de las cartas que escribía con frecuencia a su hermano Theo. Precisamente en su última carta Van Gogh le escribía: “Creo que no hay nada más artístico que amar verdaderamente a la gente”.
Él tenía la noble virtud de hacerlo. Y como dice uno de los personajes del film: "no podemos expresarnos mejor que a través de nuestros cuadros". En nuestro caso lo manifestamos a través de nuestro comportamiento.
Jesús nos ha llamado a ser sus hermanos y es Él el que nos ha elegido y destinado para llevar al mundo la Buena Noticia de su amor. Y esto lo haremos amándonos unos a otros, como Él lo ha hecho al dar la vida por nosotros y por el mundo entero.
FUENTE:  Martínez, V. (10 de junio de 2018). Jesús, Maestro incomparable del Amor.Fe Adulta.  Recuperado de  http://www.feadult

sábado, 9 de junio de 2018

Vox Dei
Imagen: Carlos Brigo
Gracias a la foto de Carlos Brigo que vi en la red, volvió a mí una parte opaca del pasado.
Se abrió y entendí algunas cosas que hasta entonces estaban en la penumbra. La foto era
del velorio del Padre Farinello. No se veía el ataúd sino las flores de las coronas en primer
plano. Un poco inclinado para tocar su violín, Ricardo Soulé estaba despidiendolo con música
 de Vox Dei. 
Escribí un posteo que decía que la foto me forzaba a recordar algo que había olvidado. Que
 en plena dictadura, esto es, en nuestras adolescencias, muchos que éramos ateos íbamos
 igual los domingos a la misa de la Catedral, para escuchar al obispo Novak. Que su palabra
 ejercía cierta calma, mucho respeto, aun sin saber por qué. Novak era nuevo en Quilmes.
La diócesis había sido creada por Pablo VI un par de meses después del golpe. Y Novak fue
 designado como primer obispo. Estaba con los pobres. Eso se sabía. Y hablaba de derechos
 humanos. Del 76 en adelante, su palabra fue, ahora me di cuenta, la más libre que escuché
en mucho tiempo. Les debe haber pasado algo así a quienes tuvieron la suerte de pasar
esos años en la cercanía de otros obispos, como Hesayne, o Angelelli, o de Nevares, o Zaspe.   
Pero además, y ése fue el golpe sensorial de la foto (eso que hace que un lector o un
espectador se hunda en el texto y se abandone a él, porque no se ha dirigido a su mente
sino a sus sentidos), escuché el violín de Soulé, y escuché al mismo tiempo el sonido de 
aquella misas, en las que se cantaban siempre los Libros Sapiensales de Vox Dei. Después
 que hice el posteo, Carlos, el fotógrafo, con quien somos amigos desde aquella prehistoria 
quilmeña, subió la letra de Los Libros. Lo que la memoria retaceaba estaba allí. Esa intensa 
experiencia espiritual que era la que buscábamos muchos de los que íbamos allí. Era 
desmentir lo que la vida nos decía afuera, donde todo era mugre y miedo y sangre. “Hay a 
mi alrededor mucho más de lo que se puede mirar y llegar a ver…” Había. Y confié en eso. 
Y se lo debo a Novak. 
 Y Farinello. El cura Farinello. Infatigable y contradictorio y entregado apasionadamente a los
pobres. Lo avergonzaba mucho haber vuelto a vivir en la iglesia del Caracol, haber dejado la
villa. Se sentía débil. Lo decía en ese tono que usaba, que parecía un sollozo, con la voz
afinada hasta volverse infantil, y esto sería un elogio para él, porque lo deslumbraban los
niños. Y los niños de su comedor, en la ribera, le correspondían y expandían hacia cualquiera
 que llegara esa efusión de cariño que eran besos, abrazos, charlas con las manos
entrelazadas. 
Unos años después, cuando llegó la democracia, yo trabajaba en un programa de canal 7,
Cable a Tierra, y le hicimos la primera nota en televisión a Farinello. Fuimos a su iglesia,
fuimos a los barrios, conversamos mucho. El recién había vuelto de su primer viaje al
Vaticano. Me lo había contado cuando tomábamos unos mates. Después empezamos a
grabar. En un momento, le pregunté que había sentido cuando llegó a Roma por primera vez.
 Me miró con esos ojitos brillantes y emocionados, y me dijo: “Asco”. 
Después me mostró el barro, la madera rota por el sol, las hamacas de cadenas oxidadas y
los asientos destruidos, me mostró las ollas de aluminio carcomido, los techos de las casillas
 de la vereda de enfrente, las chapas abiertas, los pies sin zapatillas de muchos chicos. Y
cuando terminó la nota me dijo: “No vine bien de Roma”. 
Decía al principio que esa foto de Soulé tocando su violín para despedir a Farinello me abrió
 una ventana del pasado que antes no había visto. Porque desde agosto de l976, fecha que
tenía en una nebulosa, esos cantos colectivos fueron una reserva de un tipo de sentimientos
 y disposiciones del alma que de pronto se volvieron muy escasos en este país.
Con la muerte de Farinello y el recuerdo del clima fraternal de aquellas misas, o las que 
presencié de otros curas de Berazategui o Florencio Varela, con todos esos ejemplos y esas 
palabras libres, de pronto me di cuenta hasta qué punto habían calado en mi percepción del 
mundo y de los otros los curas de aquella diócesis popular.
FUENTE:  Russo, S. (9 de junio de 2018). Vox Dei. Página 12. Contratapa.