domingo, 14 de diciembre de 2014

Ese "loco, loco" mes de diciembre...


Qué pasa cuando se concentra todo un año en el último mes

Por Sergio Sinay |  Para LA NACION


En las últimas semanas de 2003, escuché este diálogo en una radio. El conductor preguntó a su entrevistado qué planes tenía para el futuro. "¿Para 2004?", inquirió éste. "No, para 2005, a 2004 dalo por terminado." Era una broma y así se celebró. Una década después, no lo es tanto. Noviembre se tiñe con los colores y ritmos de diciembre: se adelantan encuentros, celebraciones, actividades con la (vana) esperanza de alivianar el último mes, pero sólo se ahonda la sensación de que el tiempo "vuela", de que los años son cada vez más cortos y, por lo tanto, crece la ansiedad, octavo pasajero de esta época.

Se viene el fin de año, no el fin del mundo. Pero pareciera que cuesta recordarlo. En los hechos, todo el año se concentra en un mes, el último. Los encuentros y tareas postergados, los propósitos y proyectos evaporados saltan a la luz y sobreviene la desesperación por reparar, remedar, emparchar, disimular. El estrés de fin de año tiene causas ciertas y se buscan soluciones inmediatas: irse lejos, cancelar encuentros, o, por el contrario, correr de reunión en reunión para cumplir con todos (amigos, conocidos, familiares, etcétera). No faltan quienes hibernarían durante diciembre para despertar en enero, si fuera posible.

Sin embargo, nada de esto es inevitable. Un año tiene 365 días y ofrece la posibilidad de vivirlos de a uno, con conciencia y con presencia, sin empeñarse en proyecciones hacia el futuro o en reproches hacia el pasado que sólo llevan a evadirse del presente, porque éste no admite fugas y reaparece con señales inconfundibles.

Cuentan que un discípulo preguntó a su maestro (por supuesto, un monje budista como corresponde en estos casos) de dónde sacaba tanta calma y lucidez. A lo que el maestro respondió: "Cuando como, como; cuando bebo, bebo; cuando duermo, duermo". Cada cosa a su tiempo y no invadida por otras cuestiones.

Ram Dass, respetado profesor de psicología en Harvard que devino maestro espiritual en los 70, narra a su vez, en su bello libro Aquí todavía, de qué forma, tras enfrentar a la muerte a causa de un accidente cerebrovascular, se preguntó qué haría si el mundo terminara mañana. La respuesta fue: "Leería gozosamente los libros que me hacen bien, escucharía mi música favorita, conversaría tranquilamente con mis amigos, me daría tiempo para saborear mi plato preferido, miraría el mundo y lo seguiría descubriendo". Eso es lo importante, lo demás es sólo urgente. Y se dijo: "¿Por qué esperar a que el mundo se termine si puedo empezar ahora?". Es un hombre que espera cada diciembre en paz, sin apuro.

El autor es escritor y especialista en vínculos

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