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PRENDER
FUEGO
Son
bastantes los cristianos que, profundamente arraigados en una situación de
bienestar, tienden a considerar el cristianismo como una religión que,
invariablemente, debe preocuparse de mantener la ley y el orden
establecido.
Por eso,
resulta tan extraño escuchar en boca de Jesús dichos que invitan, no al
inmovilismo y conservadurismo, sino a la transformación profunda y radical
de la sociedad: «He venido a prender fuego en el mundo y ojalá estuviera
ya ardiendo... ¿Piensan que he venido a traer al mundo paz? No, sino
división».
No nos
resulta fácil ver a Jesús como alguien que trae un fuego destinado a
destruir tanta mentira, violencia e injusticia. Un Espíritu capaz de
transformar el mundo, de manera radical, aun a costa de enfrentar y dividir
a las personas.
El
creyente en Jesús no es una persona fatalista que se resigna ante la
situación, buscando, por encima de todo, tranquilidad y falsa paz. No es un
inmovilista que justifica el actual orden de cosas, sin trabajar con ánimo
creador y solidario por un mundo mejor. Tampoco es un rebelde que, movido
por el resentimiento, echa abajo todo para asumir él mismo el lugar de
aquellos a los que ha derribado.
El que
ha entendido a Jesús actúa movido por la pasión y la aspiración de
colaborar en un cambio total. El verdadero cristiano lleva la «revolución» en su corazón. Una
revolución que no es «golpe de
estado», cambio cualquiera de gobierno, insurrección o relevo político,
sino búsqueda de una sociedad más justa.
El orden
que, con frecuencia, defendemos, es todavía un desorden. Porque no hemos
logrado dar de comer a todos los hambrientos, ni garantizar sus derechos a
toda persona, ni siquiera eliminar las guerras o destruir las armas
nucleares.
Necesitamos
una revolución más profunda que las revoluciones económicas. Una revolución
que transforme las conciencias de los hombres y de los pueblos. Herbert
Marcuse escribía, al final de los años 60, que necesitamos un mundo «en el que la competencia, la lucha de
los individuos unos contra otros, el engaño, la crueldad y la masacre ya no
tengan razón de ser».
Quien
sigue a Jesús, vive buscando ardientemente que el fuego encendido por él
arda cada vez más en este mundo. Pero, antes que nada, se exige a sí mismo
una transformación radical: «solo se
pide a los cristianos que sean auténticos. Esta es verdaderamente la
revolución» (Emmanuel Mounier)
SEÑOR
JESÚS, SABEMOS QUE EL ESPÍRITU SANTO
HA CONDUCIDO Y ANIMADO TODA TU VIDA.
CREEMOS
QUE EL ‘ACONTECIMIENTO’ DE PENTECOSTÉS SE RENUEVA EN TU IGLESIA CADA VEZ
QUE NOS ABRIMOS AL ESPÍRITU Y DEJAMOS QUE ÉL NOS CONDUZCA Y NOS ANIME.
AYÚDANOS,
SEÑOR, A ABRIRNOS A TU ESPÍRITU DE AMOR Y DE CREATIVIDAD. ENSÉÑANOS A
ESCUCHAR LOS GEMIDOS DEL ESPÍRITU EN ESTOS TIEMPOS EN QUE LO VIEJO Y LO NUEVO
SE ENTRECRUZAN, EN QUE LA VIDA NUEVA BUSCA SUPERAR LOS SIGNOS DE MUERTE
QUE NOS RODEAN.
VEN A
NUESTRAS VIDAS, ESPÍRITU SANTO, ESPÍRITU DE JESÚS, ESPÍRITU DE AUDACIA Y
DE CREATIVIDAD, ESPÍRITU DE SERVICIO Y DE UNIDAD. AMÉN!
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