sábado, 13 de agosto de 2016


PRENDER FUEGO
Son bastantes los cristianos que, profundamente arraigados en una situación de bienestar, tienden a considerar el cristianismo como una religión que, invariablemente, debe preocuparse de mantener la ley y el orden establecido.
Por eso, resulta tan extraño escuchar en boca de Jesús dichos que invitan, no al inmovilismo y conservadurismo, sino a la transformación profunda y radical de la sociedad: «He venido a prender fuego en el mundo y ojalá estuviera ya ardiendo... ¿Piensan que he venido a traer al mundo paz? No, sino división».
No nos resulta fácil ver a Jesús como alguien que trae un fuego destinado a destruir tanta mentira, violencia e injusticia. Un Espíritu capaz de transformar el mundo, de manera radical, aun a costa de enfrentar y dividir a las personas.
El creyente en Jesús no es una persona fatalista que se resigna ante la situación, buscando, por encima de todo, tranquilidad y falsa paz. No es un inmovilista que justifica el actual orden de cosas, sin trabajar con ánimo creador y solidario por un mundo mejor. Tampoco es un rebelde que, movido por el resentimiento, echa abajo todo para asumir él mismo el lugar de aquellos a los que ha derribado.
El que ha entendido a Jesús actúa movido por la pasión y la aspiración de colaborar en un cambio total. El verdadero cristiano lleva la «revolución» en su corazón. Una revolución que no es «golpe de estado», cambio cualquiera de gobierno, insurrección o relevo político, sino búsqueda de una sociedad más justa.
El orden que, con frecuencia, defendemos, es todavía un desorden. Porque no hemos logrado dar de comer a todos los hambrientos, ni garantizar sus derechos a toda persona, ni siquiera eliminar las guerras o destruir las armas nucleares.
Necesitamos una revolución más profunda que las revoluciones económicas. Una revolución que transforme las conciencias de los hombres y de los pueblos. Herbert Marcuse escribía, al final de los años 60, que necesitamos un mundo «en el que la competencia, la lucha de los individuos unos contra otros, el engaño, la crueldad y la masacre ya no tengan razón de ser».
Quien sigue a Jesús, vive buscando ardientemente que el fuego encendido por él arda cada vez más en este mundo. Pero, antes que nada, se exige a sí mismo una transformación radical: «solo se pide a los cristianos que sean auténticos. Esta es verdaderamente la revolución» (Emmanuel Mounier)
 
SEÑOR JESÚS,  SABEMOS QUE EL ESPÍRITU SANTO HA CONDUCIDO Y ANIMADO TODA TU VIDA.
CREEMOS QUE EL ‘ACONTECIMIENTO’ DE PENTECOSTÉS SE RENUEVA EN TU IGLESIA CADA VEZ QUE NOS ABRIMOS AL ESPÍRITU Y DEJAMOS QUE ÉL NOS CONDUZCA Y NOS ANIME.
AYÚDANOS, SEÑOR, A ABRIRNOS A TU ESPÍRITU DE AMOR Y DE CREATIVIDAD. ENSÉÑANOS A ESCUCHAR LOS GEMIDOS DEL ESPÍRITU EN ESTOS TIEMPOS EN QUE LO VIEJO Y LO NUEVO SE ENTRECRUZAN, EN QUE LA VIDA NUEVA BUSCA SUPERAR LOS SIGNOS DE MUERTE QUE NOS RODEAN.
VEN A NUESTRAS VIDAS, ESPÍRITU SANTO, ESPÍRITU DE JESÚS, ESPÍRITU DE AUDACIA Y DE CREATIVIDAD, ESPÍRITU DE SERVICIO Y DE UNIDAD. AMÉN!
José Antonio Pagola - Tiempo Ordinario 20º- C (Lucas 12,49-53) 14 de Agosto 2016

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