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La primera en Reino Unido apareció en 1598 y se mantuvieron como activas y recurrentes hasta el siglo XVIII, aunque hoy en día siguen existiendo algunas.
Aunque ahora nos quejamos de que los libros son caros (y sabemos que sí, lo son), más caros eran en el pasado. En la Edad Media y antes de la invención de la imprenta, los libros eran bienes únicos, a los que podían acceder solo los más privilegiados. E, incluso después de la invención de la imprenta y aunque empezaron a llegar a muchos más potenciales lectores, los libros estaban al alcance de las clases sociales más acaudaladas. En los años 20, por ejemplo, en España, un libro seguía siendo un bien al alcance de solo unos pocos y con un coste bastante elevado.
Pero el coste de los libros no solo afectó a los compradores, sino también a muchas otras cosas, como por ejemplo las bibliotecas. Los libros eran un bien muy preciado y por tanto debían ser protegidos ante cualquier problema, como por ejemplo el robo. Por eso, aparecieron las bibliotecas encadenadas, en las que los libros estaban encadenados a un mueble, lo que permitía que se pudieran tomar y leer pero no llevar para casa. De este modo se protegían además los libros más valiosos y únicos, que no podían ser robados porque estaban unidos al lugar físico de lectura.
La primera en Reino Unido apareció en 1598 y se mantuvieron como activas y recurrentes hasta el siglo XVIII, aunque hoy en día siguen existiendo algunas que han sobrevivido al paso del tiempo (sobre todo el Inglaterra) y que están siendo conservadas como un ejemplo de lo que fueron las bibliotecas (y uno de esos destinos a los que todos los lectores amantes de la intrahistoria de los libros quieren ir). En Atlas Obscura han realizado un mapa interactivo en el que se pueden ver algunas de las que quedan (y algunas, como este ejemplo, son fácilmente visitables).
Fuente: http://www.libropatas.com/
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